La manera de enseñar y la manera de aprender han de encontrarse en el aula. No pueden ser visiones diferentes, independientes.
Los docentes debemos partir del conocimiento de las características y aprendizaje previo de nuestro alumnado y adaptarnos a dichas circunstancias para no fracasar en el intento.
Mi formación pedagógica y didáctica siempre ha estado enfocada a considerarme un facilitador y nunca un poseedor único del conocimiento. Esta formación ha sido y será mi sustento para ayudar a los alumnos/as a alcanzar sus metas. En el caso de la formación profesional la meta debe ser el convertirse en buenos profesionales, por ello siempre tengo en cuenta sus experiencias como profesionales (en aquellos alumnos/as que ya trabajan) o como familiares de un usuario/a de la atención a personas en situación de dependencia.
El alumnado no quiere ser únicamente receptor de aprendizajes, desean participar en actividades que les permitan alcanzarlos, transformando la información para su asimilación y uso. Es decir, a lo largo del curso se produce un proceso en el que confluyen la dinámica del grupo con la adquisición de los aprendizajes, y en "esos menesteres" nos encontramos los docentes, tratando de allanar el camino si aparecen dificultades de relación, comprensión de contenidos, problemas personales...
El comienzo de curso, cuando tienes un nuevo grupo que no conoces, es como salir al escenario de un teatro estrenando nueva obra. Y ahí comienza, cada año, una nueva andadura que siempre reporta aprendizajes nuevos, ya que la enseñanza se refleja en la sociedad y viceversa.
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